La gaita del decano: .- Estampa maracaibera

"Desde la madrugada comenzaba el bullicio. Los muelles aparecían rebosantes de piraguas, canoas y cayucos.

Se vendía todo al mayor y al detal: plátanos traídos de las haciendas del Distrito Colón, panelas de La Costa, esteras de Lagunillas, bojotes de eneas de Sinamaica, cochinos, chivos, gallinas y hortalizas de todos los puntos del litoral lacustre.

Los cayuqueros se disputaban la clientela a base de una competencia que llegaban a increíbles extremos: plátanos a 20 por medio, naranjas a tres reales el ciento, mangos a cuatro por cobre…

Los dueños de pulperías llegaban en sus burros para surtirse de productos; otros lo hacían en carretillas y carro de mula, mientras por su lado los campesinos procedentes de los hatos cercanos de Jagüey Sabana, Ancón Alto, El Jabillar y El Aceituno, voceaban sus apetitosas variedades para permutarlas o venderlas a precios irrisorios.

En tanto, por las calles céntricas de la ciudad se escenificaba también el pintoresco desfile del panadero a lomo de burro que en las árganas llevaba deliciosos biscochos y bollos de pan a cobre; el vendedor de escobas a bolívar; el lechero con sus grandes envases metálicos; el pescadero con su miscelánea de jureles, palometas, pámpanos, manamanas y curvinas, y el alegre montuno con su carga de palomitas y conejos cazados en los peladeros de la Cañada o Los Puertos.

Por su lado, en los alrededores de la Plaza Baralt, aún de madrugada, se gritaban los periódicos, a tiempo que los cafeteros colmaban la ansiedad de los transeúntes que se dirigían a los muelles o a sus sitios de trabajo.

En medio del bullicio, como la más alta nota cómica, se oía la voz disonante y persistente de un conocido vendedor de lotería, tremendamente feo, que gritaba:

Al que me compre un billete
le regalo mi retrato…

Y la gente, con humor muy maracaibero, le completaba la estrofa:

Tendrá que ser bien zoquete
el que te acepte ese trato… "