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Existen personajes zulianos que bien valen la pena volver escribir sobre ellos; motivado a la diversidad de anécdotas e historias interesantes que dejaron en su paso por su región y por lo grandioso de su contribución al folclor del Zulia.
Entre ellos cabe destacar la figura de varios compositores y repentistas zulianos como la del recordado poeta altagraciano Rafael María Ávila “Titán” (1875-1925), el extinto sepulturero de los Puertos de Altagracia.
Ya de “Titán” escribí por allí a mediado del mes de mayo del 2010 un artículo que denominé:
.- Personajes (12) Titán, el cual ustedes pueden encontrar utilizando el buscador de “Artículos publicados” en este Blog. Sin embargo escarbando por allí en mi “Baúl” encontré un escrito realizado en el año 1992 por
Bulvio Rodríguez, en el cual relata parte de la vida de este folclorista – de Rafael Ávila -, y me pareció muy interesante que decidí traerlo y compartirlo con todos ustedes; he aquí dicho relato:
“EL TITÁN DE LA POESÍA POPULAR”
“La agitadas aguas golpeaban la pequeña embarcación, que sigilosa se desplazaba por las crestas blanquecinas, de los marullos del Lago de Maracaibo. El padre Febo lanzaba sus dardos ardientes sobre los cuerpos sudorosos, de los ocupantes de la pintoresca canoa que navegaba con destino a las playas del Distrito Miranda. En el vehículo fuera de borda, un pasajero especial preguntaba con insistencia:
.- ¿Cuánto falta para llegar a Los Puertos de Altagracia?
.- Ya estamos llegando señor Pérez – le respondió el timonel.
Entretanto en la orilla de la playa, destinada a arribar la nave, se agitaban las manos de los citadinos, en señal de bienvenida a los recién llegados. Al tocar tierra el pasajero especial preguntó emocionado:
.- Quién es Titán?
.- Aquí me tenéis – respondió un hombre de vestimenta humilde.
Así fue Rafael Ávila, bautizado por el padre Antonio María Soto, como “El Titán de la poesía popular”.
Después del saludo de rigor, los dos personajes se fueron al pueblo, con ellos la barahúnda de personas que voceaban el apelativo de Titán… Titán. Otros pronunciaban el nombre de Udón Pérez; el insigne portavoz de las letras hispánicas, el orgullo del Zulia se había trasladado a esa región, movido por la curiosidad de conocer al poeta mirandino, cuya fama atravesaba las fronteras lacustres, llegando a la Plaza Baralt, donde era asiduo visitante el Juglar Maracucho.
Ya instalados en una tienda, después del primer guaramacazo de Ron del Cerro, Udón Pérez para comprobar la agilidad verseadora del puertero le preguntó:
“Aunque parezca profundo
preguntártelo es preciso,
decime quien hizo el mundo
y quien hizo al que lo hizo.”
Titán sin pérdida de tiempo respondió:
“Yo, contesta te daré,
pero no de todas dos,
quien hizo al mundo fue Dios,
quién hizo a Dios no lo sé.”
Udón abrazó y felicitó a Titán, excusándose no poder seguir en la improvisación, con un lenguaje popular. La razón es obvia y así lo recoge la historia. Udón fue un poeta completo, de verbo fino, meditado, de vastísima cultura universal; sus obras eran repasadas muchas veces antes de salir a la luz pública. Por eso la razón de su éxito con la pluma.
Entrada la tarde, el autor de la letra de nuestro himno zuliano se despidió de Titán, prometiendo otro encuentro, que jamás se cristalizó.
Titán fue para la época lo que hoy llamaríamos “TODERO” o sea que le metía al trabajo de frente, por muy pesado que este fuera, pero más se desempeñó como sepulturero; a la sazón viene este caso: En una oportunidad que lo fueron a despertar en la madrugada, para darle sepultura a un gringo que había fallecido en Punta de Palma, el vecino al verlo al garete le preguntó:
.- ¿Qué pasa Titán?
“ Que hasta del extranjero
vienen a morirse aquí,
para trasnocharme a mi
que soy el sepulturero.”
Nuestro maravilloso Titán mantenía el verso a flor de labio; para él una simple pregunta significaba la entrada a una cuarteta. Así lo apreciamos una vez que el padre Rodolfo Bohórquez, Cura de Altagracia preguntó:
.- De donde venís Titán; con esa barra en la mano.
A lo que Titán respondió:
.- De la mansión donde están, los cadáveres humanos.
Este tipo de respuesta era común en este hombre, por lo que la gente preguntaba con la musicalidad rítmica, para que Titán le completara la frase en verso. Así los amigos disfrutaban de sus ocurrencias.
El padre Antonio María Soto sentía por él un inmenso cariño, se lo demostraba en oportunidades que, para tenerlo cerca le ofrecía cualquier trabajito, al que Titán, nunca se negaba, exigiendo, por supuesto, el pago correspondiente; como en una ocasión que le aseó la Iglesia por 4 bolívares y al Padre Soto le pareció mucho dinero, dándole pie a Titán para que le ripostara:
“El Padre Soto debía
olvidar el sacerdocio
y meterse en un negocio
de billar y pulpería.”
Naturalmente que el párroco pagó sin más discusión, para evitar que le siguiera improvisando versos con motivo de su tacañería. Además era preferible deberle a las Animas del Purgatorio y no a Titán, puesto que en menos de lo que canta un gallo, lo sabrían desde Pta. de Leiva hasta Quisiro.
Cada cuatro años, los cadáveres del Cementerio Municipal de los Puertos, había que exhumarlos para darles cabida a otros difuntos, para Titán esta tarea era parte de su trabajo; Titán trabajaba afanosamente sacando los huesos de una tumba, cuando se presentó ante él la señora Carmela Soto, quien le rogó, no fuera a lanzar al Osario los huesos de su esposo Orozco. Titán le contestó:
.- Pero eso te va a costar 10 bolívares.
.- No importa lo que me cobréis, lo que deseo es que me lo dejéis descansar en paz ahí donde está. Mañana te traigo, yo misma, los 10 bolívares.
Pasaron varios días sin que Titán recibiera el pago acordado. Una tarde se tropezó con el mandadero de la señora Soto en una choza. Altanero, el poeta le mandó el siguiente mensaje:
“Decile a Carmela Soto
que dice el sepulturero,
que si no manda el dinero
le saco a Orozco y lo boto.”
La pobreza de Titán era tan acentuada, que muchas veces debía quedarse en su casa acostado como Dios lo echó al mundo, hasta que Juana Cleofe, que así se llamaba su mujer, lavara y secar al sol la ropa que cargaba puesta, por lo que los amigos le echaban de menos cuando no lo veían deambulando por las calles, buscando para hacer el sustento, aunque fuera de un solo día. De pronto aparecía por esas calles, saludando a amigos y conocidos que se cruzaban a su paso.
.- ¿Qué fue Titán, que te habías hecho?
Al tiro le espetaba:
“Cuando Rafael se acuesta,
que no lo ven caminando,
es por que le están lavando
la ropa que carga puesta.”
En otras oportunidades como lo que ganaba no le alcanzaba para sus gastos hogareños, tenía que caer obligatoriamente en las garras de los agiotistas, con todo lo popular y querido que fuera. Como en cierta ocasión que no tenía para la comida, y decidió empeñar un Crucifijo de plata, que un amigo le había obsequiado.
.- Señor José, ¿me puede prestar 10 bolívares hasta el sábado que cobro? , y le dejo empeñado el Cristo.
El usurero examinó la prenda , negándose al pedimento del desdichado, diciendo que esa joya no vale nada, por que es de plata. Tristemente Titán le contesta:
“Vale más un Diablo de oro
que un crucifijo de plata,
para el avaro que trata
de adquirir mucho tesoro.”
A pesar de los malos ratos que pasaba, el buen humor no lo desamparaba nunca, quizás para amortizar las hambres, o tal vez para ablandar el bolsillo caritativo de los amigos a quienes divertía con sus versos.
Como a un tal señor Belisario Puche, gran amigo del Aedo puertero, quien gustaba de sus improvisaciones:
.- Titán, andá compráme una caja de cigarrillos, pero que sean Hoja Cubana. No me vais a traer la Hidalguía, ni Flor de la Habana, mirá que esos cigarrillos son muy fuertes.
El pobre recorrió todo el pueblo sin conseguir los susodichos pitillos solicitados. Podían ser como las doce de la noche, cuando Titán regresó del mandado.
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- Vengo mamao primocho, y no conseguí los benditos cigarrillos.
.- No importa Rafael, quédate con los dos bolívares, pero eso si, sacáme un versito para irme acostar tranquilo.
.- Ahí te va pues:
“Esta noche la Hidalguía
fumáis o Flor de la Habana
o esperáis hasta mañana,
porque no hay Hoja Cubana
en ninguna pulpería.”
Los amigos de Titán se despidieron, llenos de alborozo, un gozo que representa el cariño a un hombre extraído de la mismísima tierra que lo vio nacer, un ser afortunado a quien la vida le negó el bienestar, pero que el Todopoderoso le dotó de una riqueza espiritual grandísima, una sensibilidad poética, demostrada un día que sepultaba a un amigo, y le improviso ésta cuarteta:
“La vanidad del mundo,
la grandeza y el imperio,
se pierden en el profundo
silencio del cementerio.”
Muchas de las estrofas poéticas de Rafael Ávila fueron dedicadas a sus compañeros de farra, y como ironía del destino, debía cavar con sus manos, la tumba que sería su última morada; como aquel amigo de correrías, que cuando lo sepultaba, antes de llenar el hueco con tierra, envió un mensaje al Justo Juez, cuya esquela decía lo siguiente:
“Pedile a mi Dios con calma
que larga vida me dé,
que yo en cambio rezaré
oraciones por tu alma.”
Por lo visto el finado llevó el mensaje a Dios, ya que Titán gozó de buena salud, al extremo que murió a los 75 años de edad con plena lucidez.
En la ciudad de los chalecos, como era llamada otrora Los Puertos de Altagracia, por la pinta que lucían los habitantes masculinos, todavía quedan muchos vestigios de la vida de Rafael Ávila; no hay rincón del Distrito Miranda, donde sus paisanos no sepan por lo menos un verso de Titán, y reciten con placer, en tertulias playeras los fines de semana, debajo de los frondosos cocales, es frecuente escuchar a los coterráneos de Ana María Campos disertar, acerca de la vida de este personaje popular el cual se disputan quien sepa más verso de este permanente sepulturero, y se me ocurre transmitirles los versos que los señores Daniel Padrón y su inseparable amigo Eudomario Petit, alias “el chivo”, tío de Toño Oquendo. Cada vez que se toman dos palitos, empiezan a recordar los pasajes de la vida del Hacedor de Huecos, cuando fue apresado y llevado a la estación, que así llamaban lo que hoy sería el Retén Policial, por la pérdida de un dado que según tenía sobrepeso con ventajismo para quien lo supiera lanzar.
.- ¿Te acordáis Daniel? Cuando metieron preso a Titán y le dijo al policía:
“No puede la policía
apresarme sin razón,
porque la silaba mía
presta consideración.”
Daniel sin pérdida de tiempo le riposta:
“Este señor no sabrá
que soy hombre de criterio,
y que soy del Cementerio
la primera autoridad.”
El “chivo” Petit no se amilana, y terminado con el frasco que contiene el último sorbo de friita le responde:
“En el mes de enero voy
a entregar el Cementerio,
porque fastidiado estoy
de este trabajo tan serio.”
Toño Oquendo mira de reojo a Daniel, éste comprende que debe responder en el acto, y se acuerda de una cuarteta que completó Titán cuando rondaba los sesenta años:
“Decime por qué Titán
no acabáis la sepultura,
porque la tierra está dura
y las fuerzas no me dan.”
Y este otro, continúa Daniel, aquella trigueña de Punta Leiva:
“Cuando en la noche sombría
tus negros ojos brillaron,
todos los gallos cantaron
creyendo que era de día.”
En este plan continúan los admiradores de Titán, hasta la entrada de la madrugada. Hasta que el sueño y los tragos, vencen a los verseadores, sumiéndose en un sopor etílico; cantan los gallos, anunciando un nuevo día, se escuchan los primeros cantos de pájaros, silba el viento en las palmeras, chapotea el marullo en la playa, llega la mañana, se cuentan las anécdotas de los versos titánicos, pero todos están de acuerdo, que necesitarían muchos amaneceres y otros tantos verseadores, para que todos los versos de Titán puedan recitarse en una sola noche.
Información de: Manuel Matos Romero y muchos amigos que tengo allá en la tierra de Ana María Campo, José A. Chávez, Gabriel Bracho, el Chefo Mudafar y otros más. Gracias Toño. ”
Fuente: Vulbio Rodríguez
Es necesario comentar que así como en la vida del gran artista plástico Armando Reverón existió su gran amor Juanita Ríos, de igual manera el gran amor de Titán fue Juana Cleofe, a la cual le dedica unos de los pocos versos románticos que se conocieron en la vida de Rafael:
“A beber agua que emana
a la fuente me acerqué,
vi los ojos de Juana
y de ella me enamoré.”
Titán se une a ella hasta el día de su muerte dejándolo para siempre en la más absoluta soledad, motivo por el cual se refugia en la intimidad de su humilde vivienda, la cual abandonaba únicamente para ir a trabajar al Cementerio. En vista de esta situación sus más cercanos amigos le preguntaban respecto a su alejamiento, a lo cual Titán les contestó:
“Desde que Juana partió
a cumplir con su destino
cargo en el cerebro yo
un furioso torbellino.
Ayer en el campo Santo
en lágrimas me bañé
porque triste recordé
la mujer que quise tanto.
Juana desapareció
del planeta en un segundo
si es verdad que hay otro mundo
y vive, lo ignoro yo.
Se llevo la muerte impía
mi adorada compañera,
si Dios tan santo no fuera
yo no lo perdonaría.”
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Lo cual nos significa lo que Juana representó en la vida de Rafael y la pena tan profunda que debió sentir al tener que llegar a ser el sepulturero de la mujer que tanto amó.
A pesar de su pobreza, tenía una grandeza espiritual que lo colmaba de dicha. A su casa siempre iban los amigos a buscarlo para salir a echarse unos guamazos para oírlo versear; cuentan que en una oportunidad, sentado en un taburete, alguien le preguntó que donde vivía, a lo que Titán le contesto – señalando hacia la puerta del rancho - con una cuarteta, como de costumbre:
“En este lóbrego rancho
donde hay miles sabandijas,
cocos verdes, lagartijas
y ciempiés de doble ancho.
Este pote y un cajón
y dos tablas desiguales
son los muebles principales
que adornan mi habitación.”
De haber vivido en esta época Titán hubiese tenido problemas con la llamada
“Ley Contra Discriminación Racial”, ya que no se hubiese acostumbrado a llamar “afrodecendiente” a los negros.
Se dice que Titán le tenía un poco animadversión a los negros y en algunos contrapunteos en los cuales participaba se le buscaba un contendor de ese color para verlo improvisar en su contra.
Una vez que verseaba con uno desconocido y sabiendo Rafael la inferioridad del oponente le espetó este verso:
“Quién sería el fabricante
que fabricó este negrito,
parecido a San Benito
el del concejo bastante.”
Para rematar enseguida siguió con estas cuartetas:
“Si me diera con papel,
el gobierno este negrito,
yo cogía en Palmarito
cincuenta pesos por él.
Tenéis nariz de corneta,
labios de medio riñón,
un propio jagüey tu jeta,
y tu cabeza un piñón. ”
El negrito muy enojado no se dignó a contestarle a Titán, a lo que éste continuó con la descarga:
NEGRO:
¿Sois un cuarto oscuro?
¿Sois una noche oscurana?
¿Sois de terciopelo, sois pana?
¿Sois cataneja o zamuro?
En una oportunidad un señor margariteño de apellido Guevara le preguntó a Titán:
.- Titán, ¿De donde vienen los negros?
Acto seguido le respondió:
“Mañana, tarde o temprano
te contestaré Guevara,
que el negro es como la tara
que se forma del gusano."
Bueno, de Rafael Ávila también se conoce un verso que lo relacionaba con su oficio de sepulturero, el cual dice así:
“No sé por qué al morir
se pone el hombre tan serio;
¡Quién pudiera descubrir
ese sagrado misterio.”
"TITAN EL VERSEADOR"
Autor: Jerry Sanchez
Canta: Antonio Montiel
Conjunto: " "Koquimba"
"RAFAEL AVILA 'TITAN'"
Autor: Tito Delgado
Cantan: Lula Silva, Carmecita Silva y Tito Delgado
Conjunto: Barrio Obrero"
Mis apreciados amigos, estas anécdotas y estos personajes forman parte del folclor zuliano y enriquecen nuestra cultura de una manera muy agradable de ver la historia de nuestros pueblos.
Hoy en día existen muchos “Titanes” en toda la geografía de nuestro suelo y sería grandioso poder reseñar y exaltar esas virtudes que les dio el creador a estos seres tan maravillosos.
Hasta una próxima entrega.
"ENAMORADA DEL POETA"
Autor: José "Cheo" Fernández
Canta: Johanna Sayago
Conjunto " Zulianidad"
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